18 febrero 2021

DESESPERACIÓN



Con la mano izquierda coge el objeto, mientras que con la otra abre la puerta que da al pasillo. Camina pasillo adelante con el objeto en la mano intentando no respirar hasta que llega a la puerta y con la otra mano agarra el pomo de la misma y la abre al mismo tiempo que sale cerrándola tras de sí. 


De repente se encuentra allí de pie, en el rellano de la escalera, con el objeto en la mano, pensando si bajar por el ascensor con el peligro de encontrarse con algún vecino que, al verte con el objeto en la mano te ponga mala cara o simplemente te ponga cara de asco, y probablemente ni te salude, o bajar por la escalera, corriendo el riesgo de que, por el meneillo del viaje, a mitad de las escaleras el objeto no aguante, se vaya rajando por debajo y empiece a salirse por alguna grieta toda esa porquería que contiene en su interior, y para cuando se haya dado cuenta, ya haya dejado todo un reguero de porquería por toda la escalera y tenga que dar media vuelta, agacharse y recoger con sus propias manos esa pérfida enana marrón que llamamos “mierda”, aguantando la respiración para no tragarse el hedor a podrido de algo que se está descomponiendo en el interior del objeto.


 Aguantando las nauseas que le produce solo el hecho de pensarlo se dirige apresuradamente hacia el ascensor, pulsa el botón que indica “Llamar” y espera su llegada pensando si cambiarse el objeto de mano, pero decide dejarlo en la misma mano para no moverlo demasiado, por las consecuencias que pudiera tener, se le hace eterna la espera, se está poniendo más nervioso de lo que está, la impaciencia se le apodera, nota como las piernas se le tambalean y el corazón le late con fuerza y siente un sudor frío, no puede controlar esa sombra negra que se cierne sobre él, -Maldito ascensor- piensa.

De repente oye un ruido en la puerta de al lado y todos sus músculos se quedan tensos, en ese momento llega el ascensor, abre la puerta para comprobar con temor y a la vez gran satisfacción al comprobar que no hay nadie dentro del ascensor. Rápidamente da un salto entra dentro del mismo dejando que se cierre la puerta tras sí pulsando el botón que indica "bajo". 


Una vez abajo abre la puerta y sale al descansillo, dirigiéndose al último tramo de escaleras del final. Baja los dos primeros escalones lentamente y acto seguido rápidamente baja los siguientes de un tirón, deslizándose, como si de una pista de patinaje se tratara, hasta encontrándose junto al gran portón que da a la calle. 


Cambia con cuidado el objeto de mano, agarra con fuerza el pomo del portón estirando con fuerza para abrir y salir, por fin, al aire libre, al aire de la calle. 

Una vez en la calle observa la luz de las farolas, ya anochecido, las persianas de los establecimientos están ya bajadas, ya han cerrado y, esto le tranquiliza y alivia, ya que, ya no hay casi gente por la calle, por no decir, casi nadie.

Empieza a caminar por un lado de la acera con el objeto en la mano derecha intentando esquivar a quien pase por su lado, pero, al doblar la esquina se queda atónito, no puede, no quiere creer lo que sus ojos están viendo, -Ohh noo!-, el "objetivo" no está en su sitio de siempre! Gotas de sudor frío le recorren la espalda, empieza a buscarlo desesperadamente moviendo la cabeza de un lado a otro de la calle, hasta que descubre con frenético enfado y malestar que se lo han llevado al otro lado de la calle, casi al final. 

Comienza a caminar cada vez más deprisa, con pasos firmes, con la certeza de que en cualquier momento el objeto que tiende de su mano derecha va a reventar, va a explotar de un momento a orto. El tormento de ese pensamiento le revuelve el estómago, siente nauseas, agacha la cabeza para ver y asegurarse de que el objeto sigue intacto, pero con cierto asombro e incredulidad ve un boquete en una esquina del objeto y que de dicho agujero sale un brazo.


El brazo de una vieja muñeca descuartizada que había encontrado en el fondo de un armario al ordenarlo. Ahora tomaba vida luchaba por deshacerse del plástico y salir fuera, hasta que lo consigue. Asomaba la cabeza diabólica con una corteza de plátano pegada en una de las mejillas de la terrorífica muñeca descuartizada, recubierta de las habichuelas de un resto del potaje y los restos de la ensalada. 

Empieza a correr desesperadamente con un sentimiento de vergüenza y de miedo que le oprimía el pecho, baja la acera para cruzar la calle, sabe que solo le faltan unos metros para llegar a su "objetivo", pero no puede evitar volver la vista atrás, y ve alucinado y con gran asombro, como toda su basura regada a lo largo del asfalto va tomando forma y vida, ve como la muñeca va arrastrándose (con un trozo largo de piel de melocotón enganchado a su sucio pelo pringado de grasa, café, aceite y otras sustancias...), va abriéndose camino a través de los posos de café, de las cortezas de melón del medio día, abriéndose camino entre tarros de cristal, botes de habichuelas, de guisantes, y los restos del pescado, que había limpiado la noche anterior y trozos de lechuga, de tomate, olivas y algún resto de atún, todo ello mezclado con un espeso y viscoso aceite y vinagre. 


Despavorido por un tremendo susto siente que la terrorífica muñeca le alcanza un tobillo, no puede creer lo que esta pasando, estira de la pierna para deshacerse de la muñeca diabólica, pero no lo consigue, le falta menos de medio metro para llegar al dichoso "contenedor", con el corazón en la garganta y en los ojos un terrorífico espanto, da media vuelta para propinarle una fuerte patada estampándola contra uno de los coches que estaban aparcados, echa a correr con todas sus fuerzas, siente que el corazón se le sale por la baca, con la mano extendida para alcanzar la tapadera del contenedor da un traspié y cae de bruces a todo lo largo, con la barbilla pegada al suelo siente un tremendo dolor en todo su cuerpo.

Intenta levantarse agarrando lo que queda del Objeto, alcanza por fin el contenedor y agarra con fuerza la tapadera, hace gran esfuerzo por levantarla, pero no lo consigue, pues se ha encajado por un extremo, suelta lo que queda del objeto dejándolo caer al negro suelo, y con las dos manos la agarra con firmeza empujándola con fuerza hacia arriba hasta que lo consigue. Una vez abierta se queda atónito al ver cientos de basuras en completa revolución, bullendo hacia arriba, sin pensarlo coge lo que queda del objeto lanzándolo dentro, dando un salto hacia atrás para caer de espaldas al mismo tiempo que deja caer la tapadera provocando un tremendo estallido al cerrarse ésta, quedando acto seguido un absoluto silencio. 


Empapado en sudor consigue ponerse en pie, se queda allí de pie, inmóvil frente al contenedor, da la vuelta para volver sobre sus pasos, para comprobar con una inmensa felicidad, que todo ha desaparecido, ve que no queda ningún rastro de la diabólica muñeca, que toda la calle está limpia, porque nada ha pasado, todo era producto de su imaginación.

Y con una sensación de bienestar y una sonrisa de oreja a oreja decide regresar a casa, pero, no sin antes volver la vista atrás. Al contenedor.


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